CARTA PARA APHIR (mi primogénito)

Mi amado Aphir.

Siempre me han fascinado los niños. Esa cruel inocencia, un cariño puro y limpio no manipulado por el interés, por obligaciones o exigencias. Un amor ofrecido sin razones, con la lógica que dicta su intuición.

Esa fascinación me ha llevado constantemente a desear un hijo. Tenía la ilusión y la seguridad de que sería un magnifico padre. Es muy difícil, o puede que a pesar de mis espléndidas intenciones no he sabido llegar a cumplirlo del todo.

Las excusas pueden ser innumerables, por ejemplo los agentes externos que hacen que tu ánimo converja en acciones que sin quererlo y aún a sabiendas, en ocasiones hacen que actúes en contra de la actitud que debe tener un buen padre, ira, desaire, despotismo y más.

Cuando el alma está errante, cuando la amargura se ha apoderado de tu vida y los sentimientos de autocompasión y tristeza son dueños de tu ánimo, no encuentras la fórmula ni la fuerza para llevar a cabo con éxito esta misión grandiosa y única. Puede ser también otra excusa.

En cualquier caso, intento cuidar de que no te hagan daño, evitarte cualquier tipo de sufrimiento, alejar de ti la melancolía y la soledad. Te ofrezco consejos de una vida ya vivida. No puedo, no debo intentar evitarte mi dolor y mis errores. Con eso solo te ofrezco los problemas no resueltos de mi vida, unos problemas que aún no comprendes y que no tienen por que ser tuyos, tu debes vivir y solucionar tus propios errores, en ellos se forja tu personalidad y tu futuro. Solo espero que no se parezca en todo al mío. Quiero evitar que seas cobarde, quiero conseguir que seas feliz y que salgas victorioso de esta lucha con la existencia, y lo que consigo es que veas precipitadamente defectos que aún no tienes.

No puedo transformarte en inmortal, eres muy joven, tienes que vivir primero tu juventud y experiencias, ademas eres algo de lo que siempre estaré orgulloso y que es totalmente antagónico con una vida en la sombra. Un gran ser humano, una gran individuo con un profundo respeto hacia todo mortal con una envidiable humildad que te hace merecedor de todo mi amor. Eres libre, no aceptas líderes ni ataduras, no sigues el camino del resto y trazas tu propio sendero. No he sido yo, no ha sido mi ilusión o mi pupilaje lo que te han hecho admirable, eres tu, exclusivamente tu espíritu es el que me proporciona el honor de ser tu padre.

Desde la Atalaya del Norte solo me queda decirte. Te quiero mi primogénito.

RENCOR